Desde que empezó la cuarentena, hemos venido compartiendo mensajes que invitan a la consciencia como mecanismo vital frente a la pandemia, tan vital como el uso de tapabocas, lavarse las manos o quedarse en casa. Y es que podemos sobrevivir al virus, pero si no elevamos nuestra consciencia quizá no podamos sobrevivir al sufrimiento interior y al sufrimiento social, al dolor de vernos como especie humana -tan inteligentes- pero al mismo tiempo tan torpes para actuar guiados por valores superiores.
Hace poco escuchaba el gran conversatorio de análisis económico y empresarial convocado por importantes gremios productivos y universidades de Colombia, y aunque los expertos hicieron muy bien su tarea explicando posibles escenarios futuros y estrategias que ayuden a mitigar, todos coincidieron en un llamado fuera de su campo de análisis: la ética. Así de absurdo como suena, muchas decisiones tendrán que ser de carácter ético, afirmaban; y ya lo estamos viendo, por ejemplo, en países donde el personal médico ha tenido que decidir a quién conectar y a quién no, a un respirador.
Los datos científicos, los análisis y proyecciones de una y otra disciplina son de altísimo valor, pero como sabemos, con la misma información podemos tomar decisiones completamente opuestas y aquí es donde la ética nos invita a conectar con lo más humano que llevamos dentro, con lo más elevado de nuestra evolución, para que esos datos nos lleven a tomar decisiones de las que luego nos podamos sentir orgullosos como individuos y como especie.
La información valiosa que circula en medios y redes, se confunde entre cantidad de imágenes, videos y noticias que nos conectan con lo peor de nuestros miedos. Ya sabemos de sobra cómo protegernos, ya estamos suficientemente informados acerca cómo se aumenta exponencialmente el número de contagiados si no nos cuidamos, ya está claro cómo quedará nuestra economía ¿Qué tal si ahora nos empeñamos todos en recordarnos la bondad, la solidaridad, el amor, la generosidad, el servicio y la compasión; la confianza, la esperanza y la fuerza que nos permitirán salir juntos, como humanos, de esta tragedia? ¿Qué tal si nos prometemos compartir sólo aquello que nos inspire, que nos enseñe qué hacer basados en el bien común, que al final será nuestro propio bien? ¿Qué tal si nos decidimos a dar lo mejor de nosotros, a realizar gestos y gestos de bondad, a sonreir, a perdonar, a compartir?
Toda esa ética que nos piden hoy economistas y empresarios está sucediendo, hay gente anónima haciendo el máximo bien posible, dando de lo mucho o de lo poco con absoluta generosidad. La galería de imágenes que compartimos a continuación es una muestra de ello.
No sólo por estregarte bien, tienes la solución en tus manos: conecta tu corazón, abre tu mente, despirta tu humanidad y descubre la conexión que tenemos unos con otros y todos con La Vida.
Que el amor y no el temor, sean nuestra guía en cada decisión.
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