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Ganarás el pan con el disfrute de tu vida


Por muchos años, el trabajo estuvo asociado al esfuerzo físico, al sometimiento y la explotación, bien fuera en formas tan deplorables como la esclavitud o tan deprimentes como las jornadas interminables de los trabajadores fabriles, sin protección social, sin descanso, en condiciones insalubres y con salarios miserables. Aunque estas condiciones han sido superadas para buena parte de la humanidad, el imaginario cultural del trabajo y sus efectos psicológicos o mentales siguen asociados al sufrimiento. No sobra anotar que aún persisten muchas formas intolerables de esclavitud y explotación, incluso contra niños y mujeres. Ojalá cuando establezcamos la colonia humana en Marte superemos esta mezquindad. Pero ese no era el tema, decíamos que la sola palabra trabajo ya causa malestar.


La expresión “tiempo libre” que claramente se refiere al periodo fuera del trabajo, refleja el lastre de cientos de años en los que a nadie se le ocurrió que trabajar fuera una labor voluntaria y, mucho menos, grata. Según una investigación (sin bases científicas, pero con una lógica incuestionable) el día más triste del año es el tercer lunes de enero que más allá de las fórmulas ‘matemáticas’ que le dieron origen no es otra cosa que el día que regresamos de vacaciones y dejamos de disfrutar del nicho familiar, los amigos y el descanso. Si continuamos dejando que nuestra imaginación se inspire en la palabra trabajo, llegamos incluso a verlo como una práctica casi inhumana que asociamos con animales de carga, lo cual resulta en extremo paradógico pues nada más humano que trabajar. Por lo menos eso dicen los teóricos.

A pesar de los derechos laborales, la seguridad social e incluso los paquetes de beneficios “extralegales”, seguimos sufriendo cuando de trabajar se trata. Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Colombia uno de cada cinco empleados padece estrés laboral. La firma Regus afirma que esta enfermedad la padecen el 38% de los colombianos. El dato en sí misma causa estrés, y eso sin tener en cuenta el subregistro, dado que muchos casos se asocian a otras causas, se diagnostican de otra manera o simplemente se subestiman o se niegan. Ni que hablar de los daños físicos colaterales que deja este sufrimiento psicológico.  

Al parecer hay una nueva generación que no está dispuesta a contagiarse de esta tendencia y ha entendido que el trabajo no puede seguir siendo sinónimo de esclavitud o sufrimiento, aun si le pagan bien. Sin duda, la mayoría de estas personas son jóvenes, pero también hay jóvenes adultos y adultos que se están replanteando sus esquemas convencionales de trabajo y han cambiado su estilo de vida. Hay empresas que lo han entendido y vienen haciendo también cambios sustantivos en sus condiciones laborales y en su cultura; unas por convicción, otras por negocio y otras por ambas razones.

Hagamos cuentas: ya es muy poca la gente que está dispuesta a creer que vale la pena sufrir ahora para gozar después, así que mejor renuncian. Otros, que todavía aguantan, se queman y empiezan a padecer el elegante síndrome de Burnout, o extrañamente se ausentan por dolor de cabeza, vómito y otros malestares uno o dos lunes al mes. ¿Cuánto le cuesta a la empresa?


Pero más allá de las cuentas que a todas luces muestran la rentabilidad de la prevención, hay un convencimiento nuevo en muchos empresarios y directivos que asumen esta problemática desde el nuevo paradigma de la sostenibilidad y comprenden que el futuro de sus organizaciones ya no está ligado sólo a la rentabilidad financiera sino al beneficio y la contribución humana, social y ambiental. Y cada vez más personas quieren trabajar en empresas con esta consciencia.


La realización personal está vinculada al sentido que le damos a lo que hacemos, es lo que llamamos propósito. Por eso, cuando dedicamos 8 horas del día, no sólo a hacer lo que nos gusta, sino sobre todo a hacer lo que tiene sentido y a hacerlo en un ambiente de confianza y solidaridad, desarrollándonos humana y profesionalmente, en equilibrio con nuestra vida personal y familiar; trabajar se convierte en sinónimo de disfrutar.


¿Cómo puede una organización favorecer esta nueva concepción del trabajo? ¿Por dónde empezar? ¿Cómo valorar los avances o efectividad de las estrategias en un aspecto aparentemente tan “subjetivo” como el bienestar o la felicidad? Por fortuna hay conocimiento fundamentado, experiencias y modelos probados de los que podemos aprender y en las que nos podemos inspirar. Todos ellos coinciden en una cosa: requiere un proceso de transformación organizacional que debe ser auténtico y tocar todas las áreas y colaboradores. No es algo cosmético ni es cuestión de llenar la oficina de caritas felices o de implementar "el día feliz",  un día libre que te da la empresa en el que paralelamente te dicen algo así como "si quieres ser feliz, no vengas a trabajar".


Hoy existen empresas, grandes y pequeñas, que han logrado resignificar la palabra trabajo, organizaciones donde la gente quiere ir a trabajar un lunes, incluso el tercer lunes de enero. Donde la gente siente y evidencia su desarrollo humano y todos participan comprometidamente en la sostenibilidad de la organización. Que las hay, las hay. Y cada vez son más.  



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